Libia, Game Over

La caída de Trípoli ha pillado por sorpresa a la prensa y analistas. Sin embargo, desde hacía un mes se iban sucediendo las noticias que anticipaban la victoria de los rebeldes. Simplemente sucedió que Libia había desaparecido del panorama informativo por falta de imágenes con los que abrir las noticias de la TV. El frente oriental, al que los periodistas podían llegar fácilmente desde Egipto, se había quedado estancado poco después de la intervención de la OTAN. Entonces el peso de los acontecimientos se trasladó al frente occidental, la provincia de Tripolitana. Pero allí, con la frontera con Túnez en manos del régimen, sólo Internet y algún periodista free-lance trabajando en lugares como Masrata siguieron proporcionando información. Las fuentes desde el interior de Libia no se callaron. Simplemente dejaron de twittear y actualizar sus páginas de Facebook en inglés para hacerlo en árabe.

¿Cómo un grupo de desharrapados que decía haber aprendido a luchar con el videojuego Call of Duty y usaban chatarra para construir armas se plantó en Trípoli? Para empezar las fuerzas armadas libias jamás destacaron por su desempeño en el campo de batalla. Ni en la breve guerra con Egipto en 1977, ni en los años 80 en el Chad, ni en sus enfrentamientos con la VI Flota de Estados Unidos. El embargo internacional contra Libia privó además al régimen de repuestos y nuevos materiales, por lo que sus fuerzas armadas entraron en el siglo XXI con tecnología de los años 70. A pesar del fin del embargo y de la bonanza de los países petroleros en la última década, Libia no se lanzó como Argelia a modernizar sus fuerzas armadas. La guerra dejó a mitad el programa de overhaul de los Mirage F-1 y muchos contratos con Rusia, siempre retrasados. Si uno repasa las grandes compras de Libia en los últimos años sólo encontrará los An-32P de lucha contraincendios, los A109 para la policía de fronteras y los ATR-42MP guardacostas. Las expectativas francesas y rusas de grandes contratos no se cumplieron. A Libia no llegaron nuevos cazabombarderos, sistemas antiaéreos avanzados, submarinos y cualquier otro sistema de armas que hubiera dificultado las cosas a la OTAN y sus aliados.

La realidad de las fuerzas armadas libias salió a la luz con el asalto de la población civil a las bases y cuarteles militares en Masrata y Bengasi. El material mecanizado del ejército libio estaba en unas condiciones lamentables y la mayoría de los aviones languidecían bajo el sol. Un puñado de brigadas concentradas en la capital reunían el mejor material, por ejemplo los carros de combate T-72, pero su desempeño en el asedio de Az Zawiya antes de la intervención de la OTAN dejó bastante que desear. No pararon de aparecer fotos de los rebeldes subidos a toda clase de blindados aparentemente intactos y abandonados por sus tripulaciones.

El régimen de Gadafi se encontró con sus cuentas en el extranjero congeladas y sus fronteras aéreas, marítimas y terrestres bloqueadas por la OTAN y sus aliados, que en un principio mantuvieron su intención de actuar sólo para proteger a la población. Pero la incoherencia de bombardear a las fuerzas gubernamentales, esperar la caída del régimen y no apoyar a los rebeldes desapareció tras cierto tiempo, justo cuando la atención mediática mundial estaba ya en otra parte. Aparecieron entonces las fotos de los rebeldes con uniformes para terreno árido junto con chalecos portaplacas antibalas de los ejércitos británico o qatarí. Los rebeldes recibieron además instrucción por parte de contrastistas privados y miembros de las fuerzas especiales aliadas.

En una clase de conflicto así, con unas fuerzas gubernamentales con limitadas capacidades combativas y el apoyo aéreo de la OTAN, una diferencia cualitativa puntual es capaz de desestabilizar el frente de batalla. No era preciso que cada uno de los rebeldes recibiera instrucción para cambiar el curso de la guerra. Sino que bastaba que un grupo escogido aquí y allá alcanzara un buen nivel de formación en una serie concreta de materias (comunicaciones, armas colectivas…) para desestabilizar puntos clave del frente. Quizás habría que recordar la experiencia en el norte de Afganistán entre octubre y noviembre de 2001 o en el norte de Iraq en marzo de 2003, fácilmente replicable en Libia. Tampoco hay que dejar de recordar que de febrero a agosto han pasado bastantes meses. Los suficientes para convertir a una cantidad suficiente de rebeldes inexpertos y voluntariosos en una fuerza de combate creíble.

La intervención aliada no sólo salvó in extremis a Bengasi, sino también permitió levantar el asedio de Masrata. En un principio las fuerza naval aliada había sido tajante no permitiendo el traslado de fuerzas y material a un lado y otro del Golfo de Sirte, entre Bengasi y Masrata. Pero terminó por mirar hacia otro lado. Pronto empezaron a llegar noticias del avance rebelde fuera de los límites de Masrata y la caída en manos rebeldes de poblaciones en las montañas de Nafusa.

Avances rebeldes en junio.

La OTAN y sus aliados empezaron también a hacer la vista gorda con la Zona de Exclusión Aérea que afectaba en un principio a los dos bandos por igual. Apareció una foto de tres MiG-21 rebeldes en vuelo. Y se creó un puente aéreo entre los enclaves rebeldes del oeste del país y Bengasi, servido por un BAe 146. En una entrevista con motivo de la inaguración del puente aéreo el ministro de finanzas y petróleo del gobierno rebelde se mostró optimista y anunció que la guerra acabaría antes del fin del Ramadán (30 ó 31 de agosto, según países).

El avance rebelde en el oeste del país continuó durante el mes de julio y primeros de agosto. Las unidades allí se reorganizaron de forma jerárquica con ayuda exterior. Redujeron además sus vínculos del inoperante consejo militar de Bengasi. Entre el 14 y 15 de agosto cayó Az Zawiya, ciudad martirizada al comienzo de la guerra civil. Quedó entonces cortado la comunicación de la capital por carretera con la frontera con Túnez. Entonces se aceleraron los acontecimientos. Hubo negociaciones secretas con algunas unidades que defendían la capital y que sabían que el régimen estaba sentenciado. Una contraofensiva de fuerzas mecanizadas gubernamentales fue pulverizada desde el aire en un día que los portavoces de la OTAN hablaban únicamente de ataques contra unidades antiaéreas del régimen. Cinco «brigadas» rebeldes convergieron desde el oeste y el sur sobre la capital. La defensa de Trípoli colapsó.

10 comentarios sobre “Libia, Game Over

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  1. Pingback: Anónimo
  2. Evidentemente no ha terminado la guerra civil en Libia. Sobre todo en el plano político. Porque Bengasi y su gobierno de transición queda un tanto lejos de Trípoli.

    La intervención en Libia fue obra de Sarkozy que arrastró al resto de la OTAN. Tendría que revisar cifras declaradas sobre misiones aéreas antes de afirmar algo sobre el peso de Francia en la guera. Pero una cosa quedó claro. Para el Elíseo fue una oportunidad de oro de promocionar el Rafale, el Tigre y toda la panoplia de armas francesas. De ahí las prisas de la siempre neutral Suecia de mandar Gripen o los comunicados a bombo y platillo del Reino Unido sobre el uso de los Storm Shadow lanzados desde Tornado.

    Sospecho que veremos una reconfiguración de los contratos petroleros en Libia (en Bengasi han ondeado muchas banderas francesas estos meses) y veremos curiosos contratos de exportación del Rafael y las bombas AASM.

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